Hace unos años vino a mi consulta un hombre muy atractivo, alto, moreno, bien afeitado, vestido con traje, americana, corbata y zapatos relucientes tipo mocasines.

Por su aspecto podías intuir que se ganaba bien la vida.

Vino a realizar una constelación familiar porque había dos temas que le preocupaban profundamente:

El primero tenía que ver con las relaciones de pareja y el segundo con su hija adolescente.

El caso que le preocupaba sobre sus relaciones de pareja era que tenía relaciones con muchas mujeres, casi siempre mayores que él y que sin saber por qué, él sentía no se podía comprometer con ninguna.

También me contó que tenía una hija adolescente, que hacía años que tenía muchos problemas de conducta, él la llevó a infinidad de terapeutas, psicólogos e investigadores con la intención de poder reconducir la patología que había desarrollado, pero todos ellos habían fracasado.

Al configurar la constelación, vimos que él (el representante que hacía de él) estaba mirando a un muerto.

Yo le pregunté:

– ¿Hay algún muerto en la familia?, ¿quizás algún hermano tuyo que haya fallecido joven?

Entonces me contó que su madre había tenido un bebé antes que él y que por problemas en el parto había nacido muerto. Era una niña.

Cuando pusimos a la madre en la constelación, vimos que solo tenía ojos para su pequeña y que el representante de mi cliente estaba en un rincón.

Después pusimos a su hija adolescente y vimos que tenía relación con la bebé muerta (su fecha de nacimiento coincidía con la fecha de muerte de la bebé).

Y cuando pusimos a las parejas de mi cliente, vimos que en ellas solo quería encontrar a esa madre que se había quedado congelada en un duelo irreparable.

Poco a poco fuimos resituando a los personajes, haciendo que la madre pudiera despedir a su hija y en ese momento pudo ver y reconocer a su hijo.

Cuando en la constelación él pudo abrazar a su madre, ese movimiento hizo que las mujeres se fueran para que él pudiera ver a su hija, fundiéndose en ese momento en un abrazo de amor fraternal sincero y profundo.

Un tiempo después me llamó para decirme que estaba mucho mejor, que su hija estaba calmada y aplicada en los estudios y parecía que no estaba dando síntomas.

Él también estaba más tranquilo y ya no tenía necesidad de ir en busca de otras mujeres.

Me contó que había tomado la determinación de conocerse mejor a sí mismo, para tomar decisiones amorosas más acordes con lo que él sintiera que quería para su futuro y el de su hija.

Como puedes ver en esta historia, el método de las constelaciones familiares me ayuda mucho a entender lo que hay detrás de cada síntoma, tanto físico, emocional o relacional.

Y cuando puedes ver que lo que hay detrás es un amor velado por el dolor de alguien que falta, ahí desaparece cualquier atisbo de juicio hacia nadie, sea lo que sea que la persona haya hecho.

Si partimos de la idea de que los individuos de la familia somos Uno, es comprensible entender que cuando alguien se excluye (ya sea porque recordarle conlleva dolor como en el caso de esta historia, o ya sea porque esa persona ha sido la “oveja negra” de la familia), otro miembro en el sistema va a generar una compensación para devolverlo simbólicamente a la familia, a través de una pareja, hijos, etc.